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INTERPRETACIÓN DEL PENSAMIENTO DE LOS OTROS

              La distorsión más común en el ser humano es la interpretación del pensamiento, ya que la persona hace juicios repentinos sobre los demás:

            «Es lógico que actúe así porque está celoso… Ella está contigo por tu dinero… El teme mostrar sus preocupaciones». No son una prueba, pero casi parecen verdad. En la mayoría de ejemplos, aquellos que interpretan el pensamiento hacen suposiciones sobre cómo sienten los demás y que les motiva a ello. Por ejemplo, se puede concluir: «El la ha visitado tres veces la última semana por qué, a) está enamorado, b) está molesto con su antigua novia y sabía que ella lo averiguaría, c) está deprimido y va de rebote, d) temía encontrarse solo de nuevo». Se puede elegir, pero actuar a partir de cualquiera de estas conclusiones arbitrarias puede ser desastroso.

            En la medida que su pensamiento interpreta, también se hacen presunciones sobre cómo está reaccionando la gente a las cosas que la rodean, particularmente cómo están reaccionando los demás ante usted. «Esto hace que me vea poco atractivo… Piensa que soy un inmaduro… Quieren ponerme nervioso«. Estas presunciones son normalmente imposibles de ser sometidas a prueba. Han nacido de la intuición, las sospechas, dudas vagas, o a una o dos experiencias pasadas, pero siempre son, sin embargo, creídas.

            Las interpretaciones del pensamiento dependen de un proceso denominado proyección. Una persona imagina que la gente siente y reacciona a los pensamientos de la misma forma que ella. Por lo tanto, no se molesta en mirar o escuchar atentamente, ni se da cuenta de que realmente es diferente. Si una persona se enfada cuando alguien llega tarde, puede imaginarse a todo el mundo actuando así. Si alguien es muy sensible al rechazo, espera que la mayoría de la gente sea igual. Si una persona es muy estricta respecto a unos hábitos o rasgos particulares, asume que los demás participan de su creencia. Las interpretaciones del pensamiento pasan por alto conclusiones que sólo son verdad para sí mismos sin molestarse en comprobar si son apropiadas para el resto de las personas.

O sea, resumiendo, sin mediar palabra la persona sabe que sienten los demás y porque se comportan de la forma en que lo hacen. En concreto, es capaz de adivinar que sienten los demás respecto a ella.

            Dado que las personas siempre estamos comunicando algo a través de nuestro comportamiento debemos ser cautelosos con los demás. Por ejemplo: si llegamos a casa y no saludamos a nuestra pareja, nos sentamos delante de la televisión y fruncimos el ceño permanentemente… estamos comunicando enfado, disgusto, etc.. Debemos cuidar la comunicación verbal tanto como la no verbal. Por ejemplo, el mirar a los ojos, sonreír, buscar el contacto físico, la proximidad….

            La buena comunicación es aquélla que permite que el otro se entere de lo que queremos decir, para ello, debemos guardarnos nuestras interpretaciones de los hechos o gestos o inclusive de la interpretación o intencionalidad en ciertos comentarios, para lo cual debemos preguntar sobre el hecho y la intención de la actuación. Para ello, haga preguntas y sugerencias, no acusaciones, ya que las acusaciones ponen a la gente a la defensiva y raramente ayudan encontrar soluciones. No intentemos adivinar el pensamiento, las intenciones o los sentimientos de los demás, mejor preguntémosles por esos pensamientos, intenciones o sentimientos. Escuchemos a las personas cuando hablan, no las interrumpamos. Preguntemos a los demás que han entendido, ya que así podremos explicarnos con más claridad y evitar malas interpretaciones de lo dicho por cada uno. Preguntemos que podemos hacer para mejorar las cosas y olvidémoslos de creer saber que quieren o necesitan los demás.

LA FRUSTRACIÓN

  La frustración es toda situación en que alguien se ve impedido de alcanzar algún objetivo que se había propuesto. El impedimento puede ser externo, si es ajeno a nosotros e interno si es una incapacidad propia. Los impedimentos internos son los que pueden crear mayor frustración, al ser vividos como una sensación de culpabilidad. Son los que hacen a uno vivir más acomplejado y la sensación de incapacidad es un impedimento interno, actúa en forma de círculo vicioso: a mayor sensación de incapacidad menores resultados a la hora de solucionar problemas; y a menos resultados mayor sensación de incapacidad. En situaciones difíciles el inseguro responde con excesiva pasividad, esperando que terceras personas sean las que resuelvan la papeleta, o bien el paso del tiempo actúe borrando el compromiso. Teme cometer errores (prefiere no actuar), o busca culpables para sus equivocaciones. Le asusta asumir responsabilidades y correr riesgos.  En el otro tipo de frustración, el externo se trata de asumir, y aumentar los niveles de tolerancia a dicha frustración, y recapacitar, y valorar los sucesos como experiencias negativas, pensar para aprender y evitar situaciones futuras, en una palabra madurar, ya que el éxito de la solución del problema no dependía de nuestras capacidades. Tenemos que intentar conseguir, que estas personas, ganen conciencia de lucha, que muestren comportamientos activos y positivos ante las situaciones problemáticas, para así vencer esas situaciones de frustración. Hay que evitar las actitudes de culpabilidad, la confianza que alguien puede poseer en sí mismo se aprende a través del reflejo de la confianza que percibe de los demás. Se trata, que al aumentar la autovaloración se pueda evitar actuaciones que disminuyan su autoestima. Los mensajes de tipo culpante, aumentan su ansiedad y disminuye su rendimiento la culpabilidad es uno de los sentimientos más inútiles (culpable de lo que no tiene remedio, ¿para qué?), tenemos que limitarnos a sacar conclusiones para el futuro, es suficiente con mostrar lo que se ha hecho mal y animar a no equivocarse otra vez, pero sin inculparle ni echarle en cara los errores. Si inculpamos a las personas éstas aprenderán a inculpar. Existen tres tipos de culpabilidades: – Culpabilidad directa, consiste en frases como, eres un desastre, todo lo haces mal, no serás nada en esta vida, pareces más pequeño de lo que eres,… esto hará que se produzca un descenso de autoestima, por incapacidad, entonces aumentará la ansiedad. – Culpabilidad indirecta, consiste en frases de doble sentido culpante: avergüénzate cuando haces cosas mal, ya encontrarás lo que te mereces. Exigir a la persona cosas que no va a poder hacer, y así poder preguntarle un ¿por qué has hecho es todo? – Culpabilidad paradójica, consistiría en frases del tipo, puedes hacerlo si quieres (si no es porque no quieres), como mínimo inténtalo. Es espolear a la persona, para ver si reacciona. Para sobrellevar la frustración, de una manera mejor, hay que asesorar ante los obstáculos que tenga que enfrentarse, hay que dar información verbal no conductas de sobreprotección. Instar a la persona actuar por su cuenta y aceptar el riesgo. También ofrecerle una vía de escape por si no puede hacerlo, el fracaso no es positivo pero tampoco un drama. Es necesario aprender a convivir con el fracaso y aceptarlo como algo inherente a la esencia humana, hay que demostrar el interés en el esfuerzo más que en el resultado y esperar para prodigar de elogios apenas haga algo bien, aunque sea por casualidad, mostrar nuestra conformidad mediante el elogio, no se trata de exagerar despertando su vanidad.

LA COMUNICACIÓN , ALGO MAS QUE SOLAMENTE HABLAR

              La función más básica del volumen de la voz al hablar consiste en hacer que un mensaje llegue hasta un oyente potencial. Un volumen alto de voz puede indicar seguridad y dominio. Sin embargo, hablar demasiado alto (que sugiere agresividad, ira o tosquedad), puede tener también consecuencias negativas, la gente podría marcharse o evitar futuros encuentros. Los cambios en el volumen de voz pueden emplearse en una conversación para enfatizar puntos. Una voz que varía poco de volumen no será muy interesante de escuchar.
                 La entonación sirve para comunicar sentimientos y emociones. Unas palabras pueden expresar esperanza, afecto, sarcasmo, ira, excitación o desinterés, dependiendo de la variación de la entonación del que habla. Una escasa entonación, con un volumen bajo, indica aburrimiento o tristeza. Un tono que no varía puede ser aburrido o monótono. Se percibe a las personas como más dinámicas y extravertidas cuando cambian la entonación de sus voces a menudo durante una conversación. Las variaciones en la entonación pueden servir también para ceder la palabra. En general, una entonación que sube es evaluada positivamente (es decir, como alegría); una entonación que decae, negativamente (como tristeza); una nota fija, como neutral. Muchas veces la entonación que se da a las palabras es más importante que el mensaje verbal que se quiere transmitir.

         La fluidez ayuda a evitar las vacilaciones, con falsos comienzos y repeticiones que son bastantes normales en las conversaciones diarias. Sin embargo, las perturbaciones excesivas del habla pueden causar una impresión de inseguridad, incompetencia, poco interés o ansiedad. Demasiados periodos de silencio podrían interpretarse negativamente, especialmente como ansiedad, enfado o incluso una señal de desprecio. Expresiones con un exceso de palabras de relleno durante las pausas ( por ejemplo, “ya sabes”, “bueno”, etc.) o sonidos como “ahh” y “ehh” provocan percepciones de ansiedad o aburrimiento. Otro tipo de perturbación incluye repeticiones, tartamudeos, pronunciaciones erróneas, omisiones y palabras sin sentido. La claridad a la hora de hablar es importante. Si se habla arrastrando las palabras, a borbotones, con un acento o vocalización excesivos, uno se puede hacer más pesado a los demás.

              La velocidad hay que controlarla ya que hablar lentamente puede hacer que los demás se impacienten o se aburran. Por el contrario, si se hace con demasiada rapidez, uno puede no ser entendido.

             El tiempo que uno se mantiene hablando es un elemento importante para la comunicación. El tiempo de conversación de una persona puede ser problemático por ambos extremos, es decir, si apenas se habla como si habla demasiado. Lo más adecuado es un intercambio recíproco de información.

          El contenido de lo que se habla se emplea con una variedad de propósitos, como, por ejemplo, comunicar ideas, describir sentimientos, razonar y argumentar. Las palabras empleadas dependerán de la situación en la que se encuentre una persona, su papel en esa situación y lo que está intentando lograr. El tema o contenido del habla puede variar en gran medida. Puede ser íntimo o impersonal, sencillo o abstracto, informal o técnico. Algunos elementos verbales que se han encontrado importantes en la conducta socialmente habilidosa han sido, por ejemplo, las expresiones de atención personal, los comentarios positivos, el hacer preguntas, los refuerzos verbales, el empleo del humor, la variedad de los temas, las expresiones en primera persona, etc.

El sentido del humor.

El mejor aliado del sentido común es el sentido del humor sabiendo que hay quien está mejor dotado para disfrutarlo y manejarlo. Pero todos nosotros podemos aprender…, y aprender a identificarlo cuando se nos brinda el momento oportuno. Reír es distender preocupaciones, reír es mejorar la calidad de vida, reír se es distanciarse y desmitificar, reír es salud y está científicamente demostrado.

Desde la sutil ironía hasta la franca carcajada, pasando por miles de matices (comunicación no verbal, gestos, miradas, muecas, posturas), las ramas del humor son infinitas y cada uno puede ejercerlas en su manera. Cierta dosis de ingenio, algo de iniciativa, unas gotas de sentido crítico (para reírse de uno mismo, ante todo), algún gramo de imaginación y de confianza en el lado bueno de la naturaleza humana, pueden constituir un buen cóctel para asegurar el buen humor. Evidentemente, el sentido del humor, la broma, como las sorpresas, al igual que la sal, deben estar en su punto. Ni poco ni mucho. Y el momento propicio. Sea oportuno.

El sentido común más el sentido del humor, son una buena receta para la convivencia y según los momentos le añadiremos, ternura, fortaleza, paciencia, comprensión, valor. Pero no carguemos las tintas dramáticas y no dejemos que el enojo nos prive de la risa, » ríase cada día una vez, por lo menos, y varias mejor que una «, y » más que ayer pero menos que mañana”. Y si nunca  le encuentra gracia nada y nadie consigue arrancarle una sonrisa, pues ! muy mal ! Hablando seriamente, pida ayuda a su pareja, analicen que le ocurre y soliciten consulta con quien sea necesario. Si lo que sucede es que simplemente es así de serio, » pero aprecia el humor en lo que vale «, muéstrelo de alguna forma. Se hará un bien asimismo y no amargará a quienes le rodean.

La gente, el general, tiene ya bastantes problemas. Es frecuente que se rehúya a la compañía de las personas serias y tristes. Es fácil que los gruñones, los críticos, los fatalistas y los sosos tengan poco éxito social.

Por el contrario, suele agradecerse la compañía de los seres alegres, ocurrentes, capaces de mejorar nuestro estado de ánimo; gente positiva que busca el lado bueno de las cosas. El sentido del humor no es algo vacío de contenido, ni tonto, ni atributo de inconscientes. Bien al contrario: con frecuencia quiénes lo utilizan conocen el valor de la vida y lo que en ella está en juego. Debido a ello, no desean que ésta sea difícil ni un un minuto más de lo necesario.

Vivir en pareja requiere afrontar muchas situaciones cambiantes a través del tiempo. Y ser realista es estar dispuesto a adaptarse a todas, y no sólo rezar para que no ocurran algunas. Y adaptarse quiere decir tener recursos y estrategias para aplicar en cada momento. Sin embargo, lo cierto es que los matices son muchos, y la intensidad y rapidez varían, aunque en el fondo gira alrededor de las habilidades de comunicación y de solución de problemas, que debemos manejar con inventiva, perseverancia, deseos de vivir de la forma más agradable posible y siempre con buen humor.

COMO TRATAR CON LOS DEMÁS

Las personas han interpretado a menudo que el consejo “Separe a las personas del problema” quiere decir que hay que esconder los problemas de la gente donde no los veamos. Esto no es, en forma alguna, lo que quiere decir. Los problemas de las personas acostumbran a necesitar más atención que los problemas esenciales. La tendencia humana al comportamiento defensivo y reactivo es una de las causas por las que fracasan tantas negociaciones, cuando lo que tendría sentido sería un acuerdo. En las negociaciones, si usted ignora los asuntos de la otra parte y está usted tratando el problema del otro desde una perspectiva única, el otro lo hará también por su razón. Y esto no nos conduce a nada positivo para la negociación.
Construya una relación que funcione, independientemente del acuerdo o desacuerdo. Cuanto más grave sea su desacuerdo con alguien, más importante es que sea capaz de manejar ese desacuerdo. Una relación de este tipo no puede comprarse haciendo concesiones sustantivas o pretendiendo que el desacuerdo no existe. La experiencia sugiere que apaciguar cediendo no acostumbra a funcionar. Si ahora hace concesiones no justificadas, es poco probable que le sea más fácil tratar diferencias futuras. Puede que piense usted que la próxima vez será su turno de recibir concesiones; es probable, en cambio, que ellos piensen que si son suficientemente tozudos usted volverá a ceder. Tampoco debe usted intentar conseguir una concesión importante, amenazando la relación (“si realmente le importara, habría cedido”, “a menos que esté usted de acuerdo conmigo, hemos terminado nuestra relación”). Tanto si una estratagema de este tipo tiene éxito como si no, por el momento, obtener una concesión perjudicará la relación; es casi seguro que las dos partes se encontrarán con muchas más dificultades para zanjar diferencias futuras. En lugar de esto, los temas importantes han de ser separados de las relaciones y las maneras de negociar. El contenido de un posible acuerdo ha de ser separado de las cuestiones de cómo habla usted de la otra parte y de cómo trata usted con la otra parte. Cada conjunto de temas necesita ser negociado por sus propias circunstancias.
Si, a pesar de sus esfuerzos para establecer una relación óptima y negociar diferencias importantes, los problemas de las personas siguen impidiéndoselo, negócielos por sus sentimientos. Saque a relucir sus preocupaciones sobre la conducta de la otra parte y discútalas, como si se tratara de una diferencia esencial. Evite juzgar o impugnar sus motivaciones. En lugar de ello, explique sus percepciones y sentimientos y pregúntele sobre los suyos. Proponga criterios o modelos exteriores, o principios justos para determinar la forma en que deberían tratarse mutuamente, y niéguese a ceder a tácticas de presión. Formule su discurso mirando hacia delante y no hacia atrás, y opere en la presunción de que la otra parte puede no tener la intención de ocasionar todas las consecuencias que usted experimenta y de que puede cambiar su enfoque si ve la necesidad de hacerlo.
Nuestro comportamiento debería estar destinado a servir de modelo al comportamiento que prefiriéramos y evitar cualquier recompensa para la conducta que nos desagrada; ambas cosas, sin comprometer nuestros intereses esenciales.
Gran parte del comportamiento que se observa en el mundo no es muy racional. Los negociadores son, ante todo, personas humanas. Es frecuente que actuemos impulsivamente o reaccionemos sin antes haber pensado cuidadosamente, especialmente cuando estamos enfadados, asustados o frustrados. Y todos conocemos a gente que parece sencillamente irracional, sea cual fuere la situación. ¿Cómo se enfrenta usted a este tipo de conducta? Ante todo, reconozca que aunque no se acostumbra a negociar de forma racional, vale la pena que usted lo intente. A continuación, cuestione su presunción de que los demás están actuando de forma irracional. Quizás ven la situación de manera diferente. En la mayoría de conflictos cada lado cree que está diciendo “no” de una forma razonable a lo que oye que la otra parte le exige. Quizás su posición de apertura tan bien elaborada, la otra parte la entiende como injustificable según sus méritos; quizás la otra parte valora las cosas de forma distinta, o puede haber un fallo de comunicación, y siempre que hay un fallo de comunicación, es de dos, del emisor y del receptor, ya que uno puede intentar explicar mejor y preguntar lo que el otro ha entendido y el receptor , debe decir lo que el ha entendido y si es eso lo que quería decir. A veces, se tienen opiniones que muchos pensamos que son objetivamente “irracionales”, como es el caso de la gente que tiene miedo a volar. Estas personas por dentro están, sin embargo, reaccionando al mundo tal y como ellas lo ven. En algún nivel están convencidas de que este avión se estrellará. Si nosotros creyéramos eso tampoco volaríamos. Es la percepción lo que está viciado, no la respuesta a esa percepción. Por mucho que se diga a esas personas que están equivocadas (y aunque se les muestre numerosos estudios científicos al respecto), ni aunque se las castigue por sus creencias, es muy poco probable que cambien lo que sienten. En cambio, si les pregunta usted de una forma empática, tomando en serio sus sentimientos e intentando seguir su razonamiento hasta las raíces, a veces es posible conseguir hacer un cambio. Trabajando con ellas puede que descubra usted un fallo lógico, una percepción errónea de los hechos o la asociación traumática de una época anterior que una vez puesta de relieve puede ser examinada y modificada por las propias personas. Esencialmente, podemos decir que está usted buscando los intereses psicológicos que se encuentran escondidos detrás de su posición, para ayudarle a encontrar un modo de satisfacer una mayor cantidad de sus intereses, a la vez que satisfacerlos de una manera más eficaz. Debemos plantearnos la búsqueda de razones para encontrar la paz en el diálogo, no la verdad ya que cada uno percibe la verdad desde ángulos diferentes y nadie es poseedor de ella y siempre avanzaremos en el razonamiento in tentando comprender las razones que le llevan al otro a pensar así, aunque no las compartamos, pero así podremos exponer las nuestras e intentar conseguir que al menos nos entienda, y eso enriquece a todos. Luego analizando esto podríamos decir que cualquier argumento es válido, tanto para aprender de lo que no nos habíamos percatado como para evitar llegar a esas conclusiones con esos razonamientos que en un principio rechazábamos, aunque nos parezcan irracionales. Lo importante es entender a la otra parte en todo su contexto, el del razonamiento y en el del sentimiento, de esa forma razonado.
Debemos tratar a la gente como queremos que nos traten y así conseguiremos evolucionar y enriquecernos todos, ya que esa es la esencia humana, al ser los seres que aparte de aprender como todos los seres vivos, podemos pensar y obtener razones que nos ayuden a llevar una vida más comunicativa y enriquecedora y así obtener la paz en todo su contexto.

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