Luis Rafael Ruiz González

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SITUACIONES CONFLICTIVAS EN LAS PAREJAS

Todos conocemos parejas que “se llevan mal”. Los medios de comunicación y la literatura sociológica hablan del elevado número de separaciones. Muchas de estas parejas se separan porque “no se entienden”, “no se llevan bien” y -sin embargo- desearían tener una relación más satisfactoria. Pues bien, esto se puede conseguir; usted puede aprender a entenderse y llevarse mejor con su pareja  si desea  hacerlo. Puede aprender a comportarse de un modo más adecuado y eficaz para tener una relación más satisfactoria.

El amor no es algo vago y abstracto que no sepamos cómo conseguir o recuperar una vez que se ha terminado. El amor es conducta. Una pareja es feliz y “se siente enamorada” cuando ambos componentes de la misma se implican frecuentemente en conductas que les hace sentirse queridos y desear afectivamente la relación. Esto no significa que cualquiera de ellos deba renunciar a su propia vida y dedicarla por completo al otro: por el contrario, la relación debe estar basada en el libre intercambio de conductas mutuamente gratificantes.

Son muchas las investigaciones que evidencian que el conflicto de una pareja (“llevarse mal”, “no entenderse”, “haber perdido el amor”…),  suele deberse a un déficit de ciertas habilidades para relacionarse el uno con el otro, y no a problemas individuales imposibles de cambiar (“somos así”, “él es un neurótico”…).  El cómo nos relacionamos es fruto de un  aprendizaje social  a lo largo de nuestra vida, y como tal podemos modificarlo.

En la convivencia marital, existen unas estrategias diferentes a la hora de afrontar una situación específica y es importante confrontar la visión que tiene cada persona sobre su forma de encarar situaciones problemáticas normales en una convivencia de pareja, con la que de él o ella tiene su cónyuge.

Analizaremos cuatro estrategias diferentes de afrontamiento: asertiva, agresiva, sumisa y agresivo-pasiva, ante situaciones conflictivas centradas en el ámbito marital.

1-ASERTIVA: expresión de los sentimientos, preferencias u opiniones personales de una manera directa, sin intentar forzar el acuerdo del otro nunca. Uno debe expresar asertivamente sentimientos positivos y negativos, considerando entre los primeros el afecto y entre los segundos el enfado y la ira.

2-AGRESIVA: expresión de los sentimientos, preferencias u opiniones personales de una manera que incluye el uso explícito de amenazas y/o agresiones para forzar el acuerdo del otro.

3-SUMISIÓN: carencia de expresión directa y clara de los sentimientos, preferencias u opiniones personales, y sometimiento automático a las preferencias, poder o autoridad del otro.

4-AGRESIVO-PASIVA: carencia de expresión directa y clara de las preferencias, sentimientos u opiniones personales, mientras que, de forma indirecta se intenta coaccionar a la otra persona para que ceda. La forma de coaccionar serían, las malas caras, insinuaciones de enfado y malestar, la indiferencia, “LOS SILENCIOS”.

Intentemos ser asertivos en nuestras relaciones de pareja en el mayor número de ocasiones ya que de ello depende en gran medida nuestra estabilidad.

Intentemos escuchar y entender la opinión del otro, para así poder rebatir, si fuera necesario, sus argumentos.

Intentemos, ante todo, asumir nuestros errores para mejorar, sin que esto nunca dependa del otro.

El olvido: la pérdida de información.

Si queremos comprender nuestro recuerdo, es evidente que necesitamos saber no sólo como adquirimos la información, sino también los factores que rigen su olvido.

La relación entre aprendizaje y memoria es más o menos lineal, de modo que el almacén de memoria a largo plazo puede compararse a un baño que se llena por medio de un grifo que deja caer el agua a un ritmo constante. El olvido es rápido al principio, pero gradualmente se hace más lento; la tasa de olvido no es lineal.

Todos solemos quejarnos de nuestra memoria. A pesar de la elegancia del sistema de memoria humano, no es infalible y tenemos que aprender a vivir con este impedimento. Parece que socialmente es mucho más aceptable quejarse de una mala memoria y, en cierto sentido, achacar una falta social a «una memoria fatal» que atribuirla a la estupidez o a la falta de sensibilidad. Pero ¿cuánto sabemos de nuestra propia memoria? Evidentemente, es necesario que recordemos nuestros fallos para saber hasta qué punto tenemos mala memoria.

Uno de los problemas principales al tratar de evaluar la propia memoria es que, al hacerlo, uno se está comparando implícitamente con otras personas. Habitualmente, no tenemos pruebas reales de lo buena o mala que es la memoria de los demás y por eso es muy fácil que lleguemos a formarnos una idea distorsionada del poder de la nuestra.

Es obvio que resulta muy difícil obtener una medida objetiva de la memoria en la vida diaria, dada la gran cantidad de tareas en las que interviene y dado lo mucho que depende del estilo de vida de la persona en cuestión.

No debemos olvidar que tenemos una memoria a corto plazo y una a largo plazo, además de una por cada sentido.

Otras demandas que imponemos a la memoria complica las cosas al evaluar las estimaciones de las personas acerca del poder de su propia memoria procede del hecho de que cada una lleva vidas muy diferentes.

Una persona puede llevar una vida tremendamente estructurada y protegida, imponiendo pocas demandas a la memoria, mientras que otra puede tener una existencia muy activa y agitada. Dada una capacidad de memoria equivalente, es mucho más probable que la segunda persona tenga más fallos que la primera. Las personas de edad suelen manifestar menos fallos al recordar, que los jóvenes. Esto puede deberse a que la gente mayor suele hacer una vida más estructurada y ordenada que los jóvenes. Por ejemplo, en una familia, la madre suele actuar como si constituyera no sólo la memoria de sus propias actividades, sino también de las de su marido y sus hijos. Por ello, es probable que tenga que utilizar más ayudas de memoria, como calendarios o diarios, que los demás y, en consecuencia, tenga menos fallos. Es posible que este tipo de hábitos de organización se mantengan hasta edades avanzadas.

Las reglas mnemonicas basadas en la capacidad para formar imágenes visuales se han utilizado al menos desde la época clásica. Según Ciceron, que escribía en el siglo I a.C., la primera regla en el mnemónica de este tipo la había desarrollado Simónides, un poeta griego, aproximadamente en el año 500 a.C. Parece ser que un griego que había ganado un combate de lucha libre en los Juegos Olímpicos ofreció un banquete en su casa para celebrarlo. A Simónides se le había invitado a asistir y recitar un poema en honor del vencedor. Poco después de finalizar sus elogios, llamaron a Simónides y tuvo que salir, afortunadamente para él, porque justo después de que se marchara se hundió el suelo de la sala donde se celebraba el banquete, produciendo la muerte y la mutilación de los invitados. Muchos de los cuerpos quedaron irreconocibles. ¿Cómo iban a identificar los familiares a las víctimas para darles un buen entierro?.Simónides se dio cuenta de que podía recordar con bastante facilidad donde se encontraban la mayoría de los invitados en el momento en que él se marchó así pudo identificar los cuerpos. Esto le hizo pensar que si su memoria visual era tan buena, ¿no podría utilizarla cómo ayuda para recordar otras cosas?. Así pues, ideo un sistema en el que visualizaba con gran detalle una habitación, imaginando después distintos objetos en determinados lugares de la misma. Cuando tuviera que recordar cuáles eran esos objetos, «miraría» en el lugar adecuado con su ojo mental. El sistema se popularizó con los oradores clásicos, como Cicerón, y se ha seguido usando hasta nuestros días.

DEFENDERNOS CONTRA EL ESTRÉS

Los seres humanos no nacemos teniendo miedo, ni ninguna otra emoción, nacemos con la capacidad de sentir y esto depende de la interpretación que hagamos de los sucesos que nos ocurren cotidianamente. De hecho hay miedos que se aprenden cuando el individuo se enfrenta a una situación diferente que en principio es buena, por ejemplo el fuego ya que sirve para calentarnos, cocinar, etc. y a la vez si nos quemamos aprendemos que nos produce dolor y entonces es cuando le cogemos miedo.

 

Resumiendo en pocas palabras, diríamos que en terapia cognitiva partimos del principio de que muchos de los desequilibrios emocionales, son originados inicialmente por la manera particular y deficiente de interpretar las circunstancias con hechos que acontecen en la vida de cada uno. De ahí las grandes diferencias en la manifestación de estos estados emocionales a la hora de responder a ciertas situaciones, que se dan entre unos seres humanos y otros. Por ejemplo, una persona ante una situación concreta puede sufrir muchísimo y otra prácticamente nada incluso podría desarrollar una emoción positiva. Esta manera personal de representación interna, pensamiento o lenguaje interno (todos nos hablamos a nosotros mismos ante ciertas situaciones haciéndonos preguntas) sería la clave para comprender la diferencia entre una persona y otra, y respondería a unos patrones o esquemas cognitivos aprendidos y adquiridos a lo largo de la educación y experiencia de la propia persona.

 

Es razonable por lo tanto, que bastaría recoger por escrito el pensamiento que surge durante un estado emocional negativo, como puede ser la tristeza o la vergüenza, para poder observar y analizar el tipo de error de pensamiento o forma específica de valorar o pensar acerca de una determinada situación que tiene la persona, y así ayudarle a cambiar el esquema cognitivo y racionalizar de manera más adecuada y no reforzadora de la emoción negativa. El llevar estos registros y controles sobre lo que uno piensa ante ciertas situaciones, además de analizarlos posteriormente con el terapeuta conducirá al paciente a ir aprendiendo y conociendo como piensa y como crea sus emociones, (alegrías y sufrimientos), lo que poco a poco irá provocando el que llegue el momento en que se adelante a su propio proceso mental negativo, dándose cuenta de cómo iba a valorar una situación concreta y generar recursos que pueda aplicar para poder modificar el proceso, que por otro lado iba acabar produciendo la emoción negativa.

 

La aparición de la emoción negativa, responder a la activación fisiológica (del cuerpo) y la aparición de esos pensamientos negativos y originando el síndrome del estrés que le se definiría como una combinación de tres elementos: el ambiente, los pensamientos negativos y las respuestas físicas. Estas interactuarán de tal manera que hacen que una persona se sienta ansiosa, colérica o deprimida. Casi todas las personas que padecen dolor emocional tratan de averiguar su causa. Entonces utilizan un lenguaje, «esto supuso un impacto para mí», «tengo la estupidez del lunes por la mañana», «me saca de mis casillas», que hace que aumente nuestra ansiedad y angustia.

 

Pues bien, este tipo de tratamiento muy eficaz y que se aplica con éxito desde hace muchos años se llama terapia cognitiva, y se utiliza para la modificación del estilo de pensamiento y por tanto a la no aparición de emociones negativas, permitiendo así una mejor adaptación a la situación concreta y a la vida general.

CRÍTICA Y ERROR

El hábito de criticar abiertamente los defectos y debilidades de los demás o los errores, es sumamente perjudicial para las relaciones, pero es susceptible al cambio.

Como sucede con cualquier hábito, la clave para vencerlo consiste en reforzar la conciencia de la existencia. Un hábito sobrevive porque forma parte de las cosas que se hacen sin darse cuenta. Para evitarlo, enfoque su crítica hacia la crítica misma.

Primero, descúbrase, con la mayor frecuencia posible, criticando mentalmente a la gente. Note lo desagradable que es ese sentimiento, advierta la decepción, el resentimiento, el disgusto que experimenta. Reconozca que su evaluación puede ser correcta pero que la crítica ininterrumpida no hace bien a nadie. En vez de continuar con esa tendencia, respire hondo, relájese e inmediatamente desplace su atención hacia un aspecto positivo de la persona criticada o hacia una ocasión en que ha realizado algo correctamente. Recuerde y reviva los buenos sentimientos hacia esa persona y niéguese a estimular los pensamientos críticos.

Pregúntese qué beneficio le reporta su naturaleza hipercrítica en comparación con lo que le cuesta. Está sufriendo innecesariamente.

Si le parece que debe hacer una crítica y que es legítima y constructiva, bien, exprésela. Pero no destruya sus relaciones por su preocupación de lo que está mal. Con esfuerzo, después de un tiempo resulta fácil concentrar su atención en lo que está bien. Se trata de dirigir la atención hacia las buenas cualidades de cada uno.

Recuérdese que el credo del perfeccionista se basa en postulados falsos . Una vida sin errores no es necesaria ni posible, y tampoco deseable. No es necesario saberlo todo o desempeñarse según unas normas míticas para ser alguien valorado, amado y feliz.

¿Quién dice que no se deben cometer errores?¿O que cometer errores demuestra que algo no anda bien?¿Quién dice que el valor de una persona depende de lo perfecta que sea?

Las decisiones y los compromisos conllevan el riesgo de equivocarse. Para los perfeccionistas, equivocarse es una amenaza a la esencia misma de su imagen. Eso no quiere decir que todos reaccionen de la misma manera para tomar cualquier decisión, o que actúen igual en todo momento.

En lo que sí podemos pensar, como ya nos han enseñado, es que el ser humano que tiene éxito en la vida  es aquél que se enfrenta a los inconvenientes que el que no tiene éxito nunca se enfrenta, luego lo importante es tomar decisiones y llevarlas a cabo y así aprenderemos de nuestra propia experiencia ya vivida.

El sentido del humor.

El mejor aliado del sentido común es el sentido del humor sabiendo que hay quien está mejor dotado para disfrutarlo y manejarlo. Pero todos nosotros podemos aprender…, y aprender a identificarlo cuando se nos brinda el momento oportuno. Reír es distender preocupaciones, reír es mejorar la calidad de vida, reír se es distanciarse y desmitificar, reír es salud y está científicamente demostrado.

Desde la sutil ironía hasta la franca carcajada, pasando por miles de matices (comunicación no verbal, gestos, miradas, muecas, posturas), las ramas del humor son infinitas y cada uno puede ejercerlas en su manera. Cierta dosis de ingenio, algo de iniciativa, unas gotas de sentido crítico (para reírse de uno mismo, ante todo), algún gramo de imaginación y de confianza en el lado bueno de la naturaleza humana, pueden constituir un buen cóctel para asegurar el buen humor. Evidentemente, el sentido del humor, la broma, como las sorpresas, al igual que la sal, deben estar en su punto. Ni poco ni mucho. Y el momento propicio. Sea oportuno.

El sentido común más el sentido del humor, son una buena receta para la convivencia y según los momentos le añadiremos, ternura, fortaleza, paciencia, comprensión, valor. Pero no carguemos las tintas dramáticas y no dejemos que el enojo nos prive de la risa, » ríase cada día una vez, por lo menos, y varias mejor que una «, y » más que ayer pero menos que mañana”. Y si nunca  le encuentra gracia nada y nadie consigue arrancarle una sonrisa, pues ! muy mal ! Hablando seriamente, pida ayuda a su pareja, analicen que le ocurre y soliciten consulta con quien sea necesario. Si lo que sucede es que simplemente es así de serio, » pero aprecia el humor en lo que vale «, muéstrelo de alguna forma. Se hará un bien asimismo y no amargará a quienes le rodean.

La gente, el general, tiene ya bastantes problemas. Es frecuente que se rehúya a la compañía de las personas serias y tristes. Es fácil que los gruñones, los críticos, los fatalistas y los sosos tengan poco éxito social.

Por el contrario, suele agradecerse la compañía de los seres alegres, ocurrentes, capaces de mejorar nuestro estado de ánimo; gente positiva que busca el lado bueno de las cosas. El sentido del humor no es algo vacío de contenido, ni tonto, ni atributo de inconscientes. Bien al contrario: con frecuencia quiénes lo utilizan conocen el valor de la vida y lo que en ella está en juego. Debido a ello, no desean que ésta sea difícil ni un un minuto más de lo necesario.

Vivir en pareja requiere afrontar muchas situaciones cambiantes a través del tiempo. Y ser realista es estar dispuesto a adaptarse a todas, y no sólo rezar para que no ocurran algunas. Y adaptarse quiere decir tener recursos y estrategias para aplicar en cada momento. Sin embargo, lo cierto es que los matices son muchos, y la intensidad y rapidez varían, aunque en el fondo gira alrededor de las habilidades de comunicación y de solución de problemas, que debemos manejar con inventiva, perseverancia, deseos de vivir de la forma más agradable posible y siempre con buen humor.

EL DOLOR, PERSPECTIVA PSICOLÓGICA

 

La forma más generalizada del estrés sea quizás el dolor. Ningún otro síntoma solicita más atención y es más incapacitante que el dolor.

Es una de las razones más normales por las que se visita al médico y los costes relacionados con el tratamiento son grandísimos.

Con la definición en la mano, el dolor crónico dura periodos largos de tiempo (meses, incluso años). Las personas que sufren dolor crónico se encuentran metidas en un mundo complejo, caro, y que afecta mucho a sus relaciones familiares, profesionales, sociales.

Los familiares se sienten cada vez más desesperados y angustiados dado que los costes y la carga emocional aumentan mientras las soluciones y los ingresos disminuyen así como las opciones de tratamiento. Dichos familiares hacen de una frustración externa algo interno, por la impotencia en la que se encuentran al no poder ayudar a su ser querido.

Con los compañeros de trabajo y los jefes aumenta el malestar al disminuir la productividad, su falta al trabajo con frecuencia obliga a los otros compañeros a hacerse cargo de esas responsabilidades, ya que el trabajo a de seguir.

Con el tiempo se llegan a cuestionar la veracidad de las quejas del dolor que sufre el paciente, ya que la medicina es incapaz de justificar los síntomas que presenta en la mayoría de los casos. Unos pueden pensar que lo que intenta es conseguir la atención de los demás, evitar trabajos no deseados, otros que el dolor no es real y que todo es psicológico.

Hay que entender que para muchos, el dolor se convierte en el centro de sus vidas, dejando un lado familia, amigos, trabajo y estar cada vez más aislados. Vivir con un dolor persistente exige gran fortaleza y equilibrio emocional, ya que mengua psicológicamente mucho al individuo y sean a menudo personas preocupadas con sentimientos de ira, desmoralización, aislamiento y depresión.

Debiéramos hacernos la pregunta, de porque un problema tan costoso será tampoco conocido y a la vez tan mal tratado. Quizás el problema básico en el conocimiento del dolor es que como se trata de un estado subjetivo (interno), y no existe manera de medir su intensidad, el diagnóstico se hace muy complicado ya que no es una ciencia exacta, ¿cómo saber qué es más doloroso, el romperse una pierna o el romperse una mano?. Nos encontramos con un problema de control sobre el dolor, buscando tratamientos desde hace miles de años.

La evaluación médica, se ha dedicado a identificar la causa física del dolor. Ante la ausencia de una base física, se suele mencionar una causa psicológica como responsable del dolor. Aunque todavía se utilizan no se debiera de separar la base física del dolor, de la psicológica, ya que cuando estamos distraídos un dolor físico pierde intensidad y fuerza, manteniendo nuestra relación más fluida y mejorada.

Esto nos hace pensar que no podemos olvidar que para una rehabilitación exitosa del dolor necesitamos valorarlo dentro de un contexto social, educativo, emocional y personal.

Una gran cantidad de estudios y análisis han demostrado la efectividad clínica y la relación eficacia-coste de los tratamientos psicológicos solos, y combinándolos con los tradicionales.

El reconocimiento de importancia de los factores psicológicos en el dolor ha hecho que muchos profesionales de la salud mental intenten evaluar y tratar a los pacientes con técnicas psicológicas de inoculación al estrés que produce el dolor. Las aportaciones de la psicología, a los tratamientos del dolor se basan en el entrenamiento en relajación, y tratamiento en base al manejo de contingencias (condicionamiento operante), técnicas cognitivas, hipnosis, y alguna más.

EL NIÑO INSEGURO

De niños nacemos con una gran capacidad para aprender cualquier cosa y  con paciencia y refuerzo conseguimos que ese conocimiento pase a ser una parte importante de nosotros, aunque para que se nos grabe bien en nuestro interior después, hemos de experimentar con ese conocimiento y usarlo, entonces es cuando nos han de dejar hacer y no impedírsenos.

Los humanos aprendemos por imitación y modelamiento, sobretodo en nuestras primeras etapas de nuestro desarrollo, pero tanto lo bueno como lo malo, o sea lo que vemos aprendemos y lo imitamos.
Si no les permitimos hacer cosas, si no les dejamos usar su espontaneidad, les estamos limitando en su aprendizaje y hacemos que desarrollen una emoción negativa que es la inseguridad, hacemos niños inseguros.
Las características que definen al niño inseguro son básicamente cuatro:

a) Falta de confianza en sí mismo.   b) Pobre autoestima. 

c) Incapacidad para correr riesgos.   d) Falta de autonomía.

La presencia de al menos una de ellas debe hacernos pensar en un problema de inseguridad. La causa es un mal aprendizaje de las conductas que sustentan tales factores. A lo largo de su infancia, al ir enfrentándose con obstáculos, el niño recibe mensajes acerca de cuál es su capa­cidad para afrontarlos. Pero no olvidemos que el niño no nace enseñado. La forma de superar los obstáculos y de afrontar las frustraciones le es enseñada, en especial por los integrantes de su ambiente más próximo. Si el niño no es asesora­do en forma correcta, si no se le da la suficiente información, si se le presta una ayuda improce­dente (ya sea por exceso, sobreprotección, o por defecto, sobre frustración), si se le dan mensajes desvalorizantes o culpantes, el niño formará una mala imagen acerca de sí mismo, lo que le creará el sentimiento de inseguridad. Si al niño se le exige en demasía y se le castiga por el fracaso, desarrollará un excesivo temor ante él, con su corolario de temor o incapacidad para aceptar los riesgos.
En general solemos decir que el niño, en tales casos, es inseguro, tiene sentimientos de inferio­ridad o una baja tolerancia a las frustraciones.
En psicología denominamos frustración a toda situación en que alguien se ve impedido de al­canzar algún objetivo que se había propuesto. El impedimento puede ser externo, si es algo ajeno a nosotros, e interno si se trata de una incapaci­dad propia. Los impedimentos internos son los que más frustración pueden crear, al ser vividos con una sensación de culpabilidad. Son los que nos hacen sentir más acomplejados. La sensa­ción de incapacidad es un impedimento interno. Actúa en forma de círculo vicioso: a mayor sen­sación de incapacidad menores resultados a la hora de solucionar problemas; y a menores resul­tados, mayor sensación de incapacidad.
En situaciones difíciles, el niño inseguro res­ponde con excesiva pasividad, esperando que sean terceras personas quienes resuelvan la papeleta, o bien que el paso del tiempo actúe borrando el compromiso. Por otra parte, se sien­te poco capaz de aceptar las situaciones que comporten frustración: teme cometer errores (por lo que prefiere no actuar) o busca «culpa­bles» para sus equivocaciones; le asusta asumir responsabilidad y correr riesgos.

SENTIRSE BIEN CON UNO MISMO

                  ¿Alguna vez se ha preguntado por qué una persona con sólo una capacidad media tiene éxito y es feliz en tanto que otra persona con una capacidad excepcional no lo tiene y es desgraciada?

Una gran parte de la respuesta puede hallarse examinando la diferencia en el nivel de autoestima y autoaceptación de cada  individuo.

Nuestro cerebro es un órgano que se cree todo lo que pensamos reiterativamente y eso que pensamos, lo vivimos con gran carga emocional o lo asociamos con situaciones vividas con gran carga emocional., es muy importante plantearnos el pensamiento como una herramienta útil para sentirnos bien, entonces definámonos a nosotros mismos bien, sin depender tanto de las opiniones de los demás, escuchándolas, preguntándoles por esa opinión para enriquecernos,  intentando entenderlos, pero siempre considerando esa opinión desde la utilidad, o sea, para que nos sirve a nosotros esa forma de pensar, que beneficio nos aporta, pensemos bien de nosotros mismos y nos sentiremos mejor y si nos preguntan, demos esa misma opinión, seamos valientes ante los demás cuando opinemos de nosotros, cuando vamos por la calle y alguien nos mira, pensemos, que les hemos gustado, no que  “¿ porque nos miran?, ya que esto nos puede inducir a confusión y a algún pensamiento negativo o no útil.

Cuando un ser humano madura y se convierte en adulto, desarrolla un conjunto de actitudes y creencias acerca de quién y qué es, y del lugar que ocupa en el mundo. Estas creencias y actitudes es lo que vulgarmente se llama autoevaluación y se sustenta en ese lenguaje interno que todos tenemos y al que debemos dar una utilidad, con humildad, para entender y corregir nuestros errores. La autoevaluación comprende creencias sobre los poderes y capacidades, las debilidades y defectos, y esos rasgos de personalidad que utiliza para distinguirse del resto de la humanidad e identificarse con ella, luego incluye todas sus esperanzas, aspiraciones, talante y acciones.

La autoestima es el valor que nos atribuimos y el respeto que sentimos sobre nosotros mismos.

Las personas con un alto nivel de autoestima se tratan con respeto, atienden sus necesidades de una manera positiva y defienden sus derechos. Porque se respetan a sí mismas, también respetan a las demás y tienen una mayor capacidad para el amor.

Las personas con baja autoestima no se valoran ni se respetan. Cualquiera de estas expresiones o una combinación de ellas pueden interferir en su capacidad para dar y recibir amor, llegando a generar ira y resentimiento.

La autoaceptación, es la segunda parte clave de la autoevaluación, es la capacidad para reconocer y admitir todas sus partes, las deseables y las indeseables. Esta aceptación objetiva nos permite sacar mayor partido de nuestros puntos fuertes y minimizar nuestras debilidades y así poder controlarlas mejor y cambiarlas, para evolucionar en positivo sobre la imagen creada de nosotros mismos, que es la que nos tiene que importar.

Tener un alto nivel de autoestima y autoaceptación no quiere decir que tenemos que dejar de trabajar en mejorarnos. Sin embargo, la motivación de las personas con autoestima y autoaceptación bajas en general es muy diferente de aquellas con un nivel alto. Esta motivación es de cada persona, ya que lo que a unos motiva y hace feliz, a otros no, por eso cada uno con su propio lenguaje a de automotivarse, repitiéndose lo bueno que tiene y el considera que es así. Ser feliz y sentirse bien cuesta lo mismo que ser infeliz y sentirse mal, luchemos pues por sentirnos  cada día mejor, ayudándonos de nuestro bien pensar individual.

EL COMPORTAMIENTO HUMANO

Cuando hablamos de comportamiento debemos tener en cuenta que la conducta es todo aquello que realizamos, pensamos, queremos o deseamos. Todo lo que hace, dice, siente y piensa el ser humano es comportamiento. La diferencia estriba en que en algunos casos se trata de comportamiento directamente observable y en otros no.

Comportamiento observable: me acerco y te beso, lloro, hablo por teléfono, río, cruzo la calle,….

Comportamiento no observable: me siento triste, creo que eres fantástico, pienso que te comportas injustamente conmigo,….

En el comportamiento observable intervienen complicados procesos motores, las emociones y el lenguaje verbal. En el comportamiento encubierto (no observable), las emociones, el pensamiento y el lenguaje interno.

Todo ello bajo el control fundamental del sistema nervioso, central y periférico. Mientras actúo, mis pensamientos y mis emociones están dirigiendo mi conducta. De ahí la necesidad de modificar éstos sí quiero cambiar mi conducta observable, que a su vez dependen de la no observable.

Nuestro comportamiento no tiene lugar en el vacío. Acaece en un medio físico, geográfico, en un entorno ambiental. En dicho medio frecuentemente se hallan otras personas. Por lo tanto existen gran variedad de estímulos a nuestro alrededor. Luces, olores, ruidos, colores, personas, miradas, expresiones, verbalizaciones, acciones, creencias, etc. Algunos de estos estímulos anteceden a nuestro comportamiento y muchos de ellos lo suscitan. Son señales en función de las cuales nosotros reaccionamos según el momento y también de acuerdo con experiencias anteriores. Por ejemplo:» paro ante el semáforo en rojo», «sonrío si me gastan una broma». Asimismo, la expresión de mi pareja en un momento determinado, puede desencadenar una reacción de afecto, desencanto, ira…, y suscitar pensamientos o emociones quizá equivocados (le aburro, ya no le gusto, etc.).

Analicemos nuestro comportamiento y los estímulos que han tenido lugar justo antes o mientras se producía. Aprendamos a observar las señales que provocan determinadas conductas. Esto puede ayudarnos a controlarlas si es preciso, o a atender el mensaje encubierto que el otro nos envía mediante su gesto o postura.

Hay estímulos que inevitablemente producen una respuesta, son los estímulos incondicionados o señales no aprendidas (por ejemplo: si nos golpean la rodilla en el lugar adecuado, nuestra pierna se levanta; es el reflejo patelar). Hay estímulos neutros, son aquellos que por sí mismos no provocan ninguna respuesta específica, pero si lo hacen si se les apareja de forma sistemática y continuada un estímulo incondicionado. Las señales aprendidas son aquellas en principio «neutras» que mediante el aprendizaje se han convertido el señales condicionadas capaces de provocar respuestas condicionadas o aprendidas. Por ejemplo: un caramelo en la boca produce siempre salivación. Si aparejamos ésta secuencia caramelo-salivación con una determinada música, repetidamente, llegará un momento en que la sola presencia de la música puede producir salivación.

El descubrimiento de estos procesos ha puesto de manifiesto que mediante el aprendizaje podemos aumentar la cantidad de señales capaces de controlar el comportamiento.

Tenemos que darnos cuenta que “la observación” es la mejor manera de darnos cuenta que ocurre a nuestro alrededor, si queremos saber las razones, debemos preguntar al que ha producido el comportamiento, la razón de dicha conducta, ya que si no estaremos juzgando dicho comportamiento y es muy probable que estemos usando un pensamiento distorsionado, que se denomina interpretación de pensamiento: “Sin mediar palabra, la persona sabe que sienten los demás y porqué se comportan de la forma en que lo hacen ; en concreto, es capaz de adivinar que sienten los demás respecto a ella”; y en consecuencia actuará hacia esa persona, convencida de la razón que le lleva a esa conducta, de ahí la distorsión. Cuidado entonces con nuestras actuaciones sin antes preguntar, ya que si preguntamos conseguiremos comunicarnos más satisfactoriamente.

LA PAREJA

En la pareja vemos desarrollarse constantemente la expresión de la ambivalencia del deseo. Al hablar de pareja hay que referirse a la relación prolongada en el tiempo, es decir, una relación capaz de poder soportar e intentar superar cualquier conflicto. Y esa unión puede mantenerse a pesar de esas y otras dificultades.

En el momento actual, el marco legal y social ejerce menos influencia en el mantenimiento de la pareja que en décadas anteriores, y por tanto esta necesita apoyarse más en su evolución afectiva para perpetuarse, es decir, en un diálogo auténtico en los planos verbal y afectivo; lo cual hace que la pareja se sienta muy exigida por sus componentes, donde el compañero tiene que ser fuente de gratificación de muchas necesidades.

Este tipo de pareja de larga duración capaz de afrontar y aceptar la agresividad implícita en la relación, se diferencia de la relación breve, que sólo busca la satisfacción inmediata, que se abandona cuando dejan sentir que la relación satisface sus demandas. Por lo tanto, la distinción fundamental no debe ser entre lazos conyugales de los sujetos casados y no casados, sino, una distinción entre un vínculo transitorio y un vínculo duradero.

La pareja como institución está siendo cuestionada desde hace unos años debido, entre otras cosas, a la alta tasa de divorcios. No debemos olvidar, sin embargo, que un altísimo porcentaje de aquellas personas que se divorcian poco tiempo después vuelven a casarse o a vivir en pareja. De los que se divorcian por segunda vez, un alto porcentaje vuelve a casarse (o a vivir en pareja) por tercera vez, ya que los errores cometidos en las relaciones anteriores, se vuelven a cometer, diríamos que el ochenta por ciento de las separaciones se producen por problemas de comunicación en las parejas y el otro veinte por ciento, serían infidelidades, problemas psicológicos de alguno de los dos miembros, adicciones, etc. En este ochenta por ciento, con una terapia de pareja bien estructurada y llevada a cabo, se obtienen unos resultados, francamente buenos en un porcentaje muy alto, ya que aunque se lleve a cabo la separación, las formas y el entender las causas de dicha separación alivia la situación traumática de esta.

La realidad es que la pareja como vínculo de unión entre dos personas continúa y se perpetúa. Ya sea por motivos sociales, económicos y psicológicos, la relación de pareja humana sigue viva y en general los miembros de ella, debido a los diferentes conflictos que en ella surgen y a las diferentes motivaciones, por las cuales dos personas deciden vivir juntas, buscan ayuda.

Realmente no existe una dicotomía entre lo económico y social y la relación de intimidad, dentro de una pareja.

Que ahora se enfatice más lo relacional que lo institucional en la relación de pareja, no significa que esto último no siga teniendo importancia. Por poner un ejemplo, lo vemos en los procesos de separación o divorcio, en los cuales hasta que no se resuelven los aspectos económicos de la separación, no es posible resolver los demás aspectos de la relación, entre ellos, por ejemplo la custodia de los hijos, en la cual lo que debe primar es el bienestar y el menor cambio de hábitos posibles en dicha situación de separación, para los hijos, y están empezándose a valorar más acertadamente que una guarda y custodia compartida es la mejor solución para el bienestar de los hijos , en la mayoría de los casos y apareciendo esos cambios legislativos tan necesarios para desarrollarse óptimamente.

En las parejas, uno no puede no comunicarse. Las personas siempre estamos comunicando algo a través de nuestro comportamiento, nuestro lenguaje no verbal, por ejemplo, si uno llega a su casa y no saluda a su pareja, se sienta delante de la televisión y frunce el ceño permanentemente, está comunicando enfado, disgusto, etc. Se debe cuidar la comunicación verbal tanto como la no verbal, mirar a los ojos, sonreír, buscar el contacto físico, la proximidad y más pautas no verbales que hacen que la comunicación sea más agradable y fluida.

La pareja se entiende como lugar donde se descansa, se obtiene placer, lugar de protección y seguridad frente a las obligaciones laborales y sociales de la vida cotidiana.

 

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