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LA FRUSTRACIÓN

  La frustración es toda situación en que alguien se ve impedido de alcanzar algún objetivo que se había propuesto. El impedimento puede ser externo, si es ajeno a nosotros e interno si es una incapacidad propia. Los impedimentos internos son los que pueden crear mayor frustración, al ser vividos como una sensación de culpabilidad. Son los que hacen a uno vivir más acomplejado y la sensación de incapacidad es un impedimento interno, actúa en forma de círculo vicioso: a mayor sensación de incapacidad menores resultados a la hora de solucionar problemas; y a menos resultados mayor sensación de incapacidad. En situaciones difíciles el inseguro responde con excesiva pasividad, esperando que terceras personas sean las que resuelvan la papeleta, o bien el paso del tiempo actúe borrando el compromiso. Teme cometer errores (prefiere no actuar), o busca culpables para sus equivocaciones. Le asusta asumir responsabilidades y correr riesgos.  En el otro tipo de frustración, el externo se trata de asumir, y aumentar los niveles de tolerancia a dicha frustración, y recapacitar, y valorar los sucesos como experiencias negativas, pensar para aprender y evitar situaciones futuras, en una palabra madurar, ya que el éxito de la solución del problema no dependía de nuestras capacidades. Tenemos que intentar conseguir, que estas personas, ganen conciencia de lucha, que muestren comportamientos activos y positivos ante las situaciones problemáticas, para así vencer esas situaciones de frustración. Hay que evitar las actitudes de culpabilidad, la confianza que alguien puede poseer en sí mismo se aprende a través del reflejo de la confianza que percibe de los demás. Se trata, que al aumentar la autovaloración se pueda evitar actuaciones que disminuyan su autoestima. Los mensajes de tipo culpante, aumentan su ansiedad y disminuye su rendimiento la culpabilidad es uno de los sentimientos más inútiles (culpable de lo que no tiene remedio, ¿para qué?), tenemos que limitarnos a sacar conclusiones para el futuro, es suficiente con mostrar lo que se ha hecho mal y animar a no equivocarse otra vez, pero sin inculparle ni echarle en cara los errores. Si inculpamos a las personas éstas aprenderán a inculpar. Existen tres tipos de culpabilidades: – Culpabilidad directa, consiste en frases como, eres un desastre, todo lo haces mal, no serás nada en esta vida, pareces más pequeño de lo que eres,… esto hará que se produzca un descenso de autoestima, por incapacidad, entonces aumentará la ansiedad. – Culpabilidad indirecta, consiste en frases de doble sentido culpante: avergüénzate cuando haces cosas mal, ya encontrarás lo que te mereces. Exigir a la persona cosas que no va a poder hacer, y así poder preguntarle un ¿por qué has hecho es todo? – Culpabilidad paradójica, consistiría en frases del tipo, puedes hacerlo si quieres (si no es porque no quieres), como mínimo inténtalo. Es espolear a la persona, para ver si reacciona. Para sobrellevar la frustración, de una manera mejor, hay que asesorar ante los obstáculos que tenga que enfrentarse, hay que dar información verbal no conductas de sobreprotección. Instar a la persona actuar por su cuenta y aceptar el riesgo. También ofrecerle una vía de escape por si no puede hacerlo, el fracaso no es positivo pero tampoco un drama. Es necesario aprender a convivir con el fracaso y aceptarlo como algo inherente a la esencia humana, hay que demostrar el interés en el esfuerzo más que en el resultado y esperar para prodigar de elogios apenas haga algo bien, aunque sea por casualidad, mostrar nuestra conformidad mediante el elogio, no se trata de exagerar despertando su vanidad.

PERFECCIONISMO COMO OBSESIÓN

Las  personas  perfeccionistas  no  son  capaces  de  disfrutar  totalmente  de  sus  relaciones  con  los  demás  y  con  el  mundo  en  general, y  tampoco  se  sienten  cómodos  consigo  mismos.

Son  personas  tan  dedicadas  a  alcanzar  objetivos  personales  y  profesionales  que  no  pueden  abandonarse  a  unas  pocas  horas  de  placer  improvisado  sin  sentirse  culpables  o  indisciplinados, además están  tan  preocupados  por  la  elección  correcta, que  tienen  dificultades  para  tomar  decisiones  relativamente  simples, generalmente  vinculadas  a  algo  agradable, como  por  ejemplo  a  dónde  ir  de  vacaciones. Son personas  que  su  placer  se  arruina  si  no  está  todo  perfecto.

El  perfeccionista, cuya  necesidad  de  perfeccionar  y  pulir  cualquier  trabajo  hace  que  dedique  más  tiempo  del  necesario  a  cumplir  tareas  inclusive  insignificantes.

Normalmente es una  persona  tan  resuelta  a  encontrar al  príncipe  azul  o  a  la  mujer  de  sus  sueños  que  es  incapaz  de  establecer  una  relación  duradera; también está  tan  acostumbrada    a  trabajar  largas  jornadas  que  no  puede  parar, aun  cuando  se  enfrente  con la  evidencia  de  que  el  exceso  de  trabajo  está  destruyendo  su  salud  y  sus  relaciones  familiares.

Existen una serie de características que  definen  al  perfeccionista:

 

–          Miedo  a  cometer  errores.

–          Miedo  a  tomar  una  decisión  o  a  hacer  una  elección  equivocada.

–          Gran  devoción  por  el  trabajo.

–          Necesidad  de  orden  o  de  una  rutina  firmemente  establecida.

–          Moderación, sobriedad.

–          Necesidad  de  conocer  y  respetar  las  normas.

–          Comportamiento  prudente  a  nivel   emocional.

–          Tendencia  a  la  obstinación  y  a  discrepar  de  los  demás.

–          Exagerada  resistencia  a  ser  presionado  o  controlado  por  otro.

–          Inclinación  a  preocuparse, cavilar  o  dudar.

–          Necesidad  de  estar  por  encima  de  toda  crítica: moral, profesional  o  personal.

–          Cautela.

–          Una  presión  interna  constante  para  utilizar  cada  minuto  productivamente.

–          Intento  de  alcanzar  lo  imposible: la  garantía  de  la  seguridad  , el  recorrido  seguro  a  través  de  los  riesgos  e  incertidumbres  de  la  vida.

–          Intenso  sentimiento  del  deber, de  la  responsabilidad  y  la  justicia. La  mayoría  no  disfruta  de  las  alegrías  del  momento. Para  ellos  el  presente  casi  no  existe.

–          Las  preocupaciones  los  acosan  mientras  van esforzadamente  por  la  vida  haciendo  las  cosas  “bien”  y  esperando  que  la  precaución, la  diligencia  y  el  sacrificio  den  sus  frutos…algún  día.

 

Con estas características, la obsesión por la perfección les conduce a generar altos niveles de ansiedad lo que hace que aumente su inestabilidad emocional y la insatisfacción ya que no hay perfección total, todo puede ser mejorado, en este aspecto de mejora es en donde el ser humano establece la superación ya que lo natural es equivocarse, recapacitar sobre el error y con constancia y tiempo, esperar no volver a cometer el mismo error, y así evolucionar y no involucionar.

LA BÚSQUEDA DE UN BUEN DORMIR

El dormir es algo que los seres humanos no podemos controlar, ya que cuando el cuerpo lo pide, si se mantiene uno con el “no dormir”, el cuerpo acabará desconectando de la parte consciente y acabará durmiéndose, así como tampoco podemos ponernos a sudar cuando queramos, controlar los latidos del corazón … no todo lo controlamos, sino una mínima parte.

Cuando se vaya a dormir, haga eso, “irse a dormir”, no lea, oiga la radio o vea la televisión en la cama, especialmente si le cuesta conciliar el sueño, ya que si despiertan su atención pueden desvelarle. Si se despierta, evite mirar el reloj por la noche. Coloque el reloj fuera del alcance del oído y de la vista. No se obsesione ni se altere si no puede dormir, evite preocuparse por no dormir, no se esfuerce en dormir (al igual que en el estreñimiento debe dejar a su cuerpo sin forzarlo, aplique ejercicios de relajación), esto le aumentará la situación de alerta. No intentar recuperar el sueño la noche siguiente a una mala noche, el sueño no se puede controlar, es una necesidad orgánica, y distinta en cada ser humano.

Si se produce una alteración en el sueño, existen unas pautas que pueden seguirse para volver a adquirir el equilibrio suficiente que se requiere para tener un descanso óptimo y un sueño reparador, estas pautas han de mantenerse durante unas cuantas semanas para conseguir una buena base.

Establecer una rutina agradable para ir a la cama, el entorno debe de ser oscuro (hay que apagar las luces al acostarse), seguro, agradable y cómodo. Practicar ejercicios de relajación, o mantener una conversación intrascendente, si se duerme con alguien en la misma cama o habitación.

Minutos antes de acostarse, dedicarle normalmente un tiempo para pensar en posibles problemas que puedan surgir, cuando nos acostamos y marcarnos la rutina como obligación, esto ayuda a controlar posibles pensamientos esporádicos que puedan perturbar de alguna manera el sueño. Acostarse y despertarse cada día a la misma hora (poner el despertador “siempre” a la misma hora), compromiso primero para la hora de levantarse y en relación con ésta la hora de acostarse. Pensar en la cantidad de horas de sueño para sentirse bien y limitar a éstas el tiempo total de estar en la cama.  Usar la cama y el dormitorio sólo para dormir, la cama debe evitarse para otras actividades excepto, si es el caso, para las relaciones sexuales.

Hay que hacer ejercicio de forma regular: favorece y magnifica la profundidad del sueño. Ahora bien, debe tenerse en consideración que el exceso de éste antes de dormir puede ser perturbador. Pueden ser útiles infusiones de valeriana, tila o menta. Si es posible tome el sol o expóngase a una luz intensa durante 30 minutos aproximadamente al despertarse. Hay que evitar las luces brillantes  si nos despertamos  durante la noche.

Si tiene insomnio no duerma nada durante el día, hay que eliminar la siesta, no debe tomar café    ni fumar durante el día, ya que ambos son estimulantes, el alcohol ingerido antes de dormir altera también el sueño. Hay que evitar las comidas pesadas o la ingestión de grandes cantidades de líquido antes de acostarse, aunque también hay que evitar ir con el estómago totalmente vacío (a veces es útil tomar un vaso de leche caliente). Si se despierta  o permanece despierto, no estar más de 20 minutos en la cama, salga del dormitorio y vuelva cuando tenga sueño. Repetir esta pauta de conducta tantas veces como sea necesario, aunque aparezca un despertar prolongado a lo largo de la noche. Si se despierta no realice actividades entretenidas o interesantes, éstas aumentaran su estado de alerta. Mejor lea algo poco interesante y breve fuera del dormitorio.

Si controla y establece estas pautas como reglas a cumplir diariamente, retomará la normalidad en su dormir y su sueño será reparador, y lo notará y lo notarán.     

El olvido: la pérdida de información.

Si queremos comprender nuestro recuerdo, es evidente que necesitamos saber no sólo como adquirimos la información, sino también los factores que rigen su olvido.

La relación entre aprendizaje y memoria es más o menos lineal, de modo que el almacén de memoria a largo plazo puede compararse a un baño que se llena por medio de un grifo que deja caer el agua a un ritmo constante. El olvido es rápido al principio, pero gradualmente se hace más lento; la tasa de olvido no es lineal.

Todos solemos quejarnos de nuestra memoria. A pesar de la elegancia del sistema de memoria humano, no es infalible y tenemos que aprender a vivir con este impedimento. Parece que socialmente es mucho más aceptable quejarse de una mala memoria y, en cierto sentido, achacar una falta social a «una memoria fatal» que atribuirla a la estupidez o a la falta de sensibilidad. Pero ¿cuánto sabemos de nuestra propia memoria? Evidentemente, es necesario que recordemos nuestros fallos para saber hasta qué punto tenemos mala memoria.

Uno de los problemas principales al tratar de evaluar la propia memoria es que, al hacerlo, uno se está comparando implícitamente con otras personas. Habitualmente, no tenemos pruebas reales de lo buena o mala que es la memoria de los demás y por eso es muy fácil que lleguemos a formarnos una idea distorsionada del poder de la nuestra.

Es obvio que resulta muy difícil obtener una medida objetiva de la memoria en la vida diaria, dada la gran cantidad de tareas en las que interviene y dado lo mucho que depende del estilo de vida de la persona en cuestión.

No debemos olvidar que tenemos una memoria a corto plazo y una a largo plazo, además de una por cada sentido.

Otras demandas que imponemos a la memoria complica las cosas al evaluar las estimaciones de las personas acerca del poder de su propia memoria procede del hecho de que cada una lleva vidas muy diferentes.

Una persona puede llevar una vida tremendamente estructurada y protegida, imponiendo pocas demandas a la memoria, mientras que otra puede tener una existencia muy activa y agitada. Dada una capacidad de memoria equivalente, es mucho más probable que la segunda persona tenga más fallos que la primera. Las personas de edad suelen manifestar menos fallos al recordar, que los jóvenes. Esto puede deberse a que la gente mayor suele hacer una vida más estructurada y ordenada que los jóvenes. Por ejemplo, en una familia, la madre suele actuar como si constituyera no sólo la memoria de sus propias actividades, sino también de las de su marido y sus hijos. Por ello, es probable que tenga que utilizar más ayudas de memoria, como calendarios o diarios, que los demás y, en consecuencia, tenga menos fallos. Es posible que este tipo de hábitos de organización se mantengan hasta edades avanzadas.

Las reglas mnemonicas basadas en la capacidad para formar imágenes visuales se han utilizado al menos desde la época clásica. Según Ciceron, que escribía en el siglo I a.C., la primera regla en el mnemónica de este tipo la había desarrollado Simónides, un poeta griego, aproximadamente en el año 500 a.C. Parece ser que un griego que había ganado un combate de lucha libre en los Juegos Olímpicos ofreció un banquete en su casa para celebrarlo. A Simónides se le había invitado a asistir y recitar un poema en honor del vencedor. Poco después de finalizar sus elogios, llamaron a Simónides y tuvo que salir, afortunadamente para él, porque justo después de que se marchara se hundió el suelo de la sala donde se celebraba el banquete, produciendo la muerte y la mutilación de los invitados. Muchos de los cuerpos quedaron irreconocibles. ¿Cómo iban a identificar los familiares a las víctimas para darles un buen entierro?.Simónides se dio cuenta de que podía recordar con bastante facilidad donde se encontraban la mayoría de los invitados en el momento en que él se marchó así pudo identificar los cuerpos. Esto le hizo pensar que si su memoria visual era tan buena, ¿no podría utilizarla cómo ayuda para recordar otras cosas?. Así pues, ideo un sistema en el que visualizaba con gran detalle una habitación, imaginando después distintos objetos en determinados lugares de la misma. Cuando tuviera que recordar cuáles eran esos objetos, «miraría» en el lugar adecuado con su ojo mental. El sistema se popularizó con los oradores clásicos, como Cicerón, y se ha seguido usando hasta nuestros días.

El sentido del humor.

El mejor aliado del sentido común es el sentido del humor sabiendo que hay quien está mejor dotado para disfrutarlo y manejarlo. Pero todos nosotros podemos aprender…, y aprender a identificarlo cuando se nos brinda el momento oportuno. Reír es distender preocupaciones, reír es mejorar la calidad de vida, reír se es distanciarse y desmitificar, reír es salud y está científicamente demostrado.

Desde la sutil ironía hasta la franca carcajada, pasando por miles de matices (comunicación no verbal, gestos, miradas, muecas, posturas), las ramas del humor son infinitas y cada uno puede ejercerlas en su manera. Cierta dosis de ingenio, algo de iniciativa, unas gotas de sentido crítico (para reírse de uno mismo, ante todo), algún gramo de imaginación y de confianza en el lado bueno de la naturaleza humana, pueden constituir un buen cóctel para asegurar el buen humor. Evidentemente, el sentido del humor, la broma, como las sorpresas, al igual que la sal, deben estar en su punto. Ni poco ni mucho. Y el momento propicio. Sea oportuno.

El sentido común más el sentido del humor, son una buena receta para la convivencia y según los momentos le añadiremos, ternura, fortaleza, paciencia, comprensión, valor. Pero no carguemos las tintas dramáticas y no dejemos que el enojo nos prive de la risa, » ríase cada día una vez, por lo menos, y varias mejor que una «, y » más que ayer pero menos que mañana”. Y si nunca  le encuentra gracia nada y nadie consigue arrancarle una sonrisa, pues ! muy mal ! Hablando seriamente, pida ayuda a su pareja, analicen que le ocurre y soliciten consulta con quien sea necesario. Si lo que sucede es que simplemente es así de serio, » pero aprecia el humor en lo que vale «, muéstrelo de alguna forma. Se hará un bien asimismo y no amargará a quienes le rodean.

La gente, el general, tiene ya bastantes problemas. Es frecuente que se rehúya a la compañía de las personas serias y tristes. Es fácil que los gruñones, los críticos, los fatalistas y los sosos tengan poco éxito social.

Por el contrario, suele agradecerse la compañía de los seres alegres, ocurrentes, capaces de mejorar nuestro estado de ánimo; gente positiva que busca el lado bueno de las cosas. El sentido del humor no es algo vacío de contenido, ni tonto, ni atributo de inconscientes. Bien al contrario: con frecuencia quiénes lo utilizan conocen el valor de la vida y lo que en ella está en juego. Debido a ello, no desean que ésta sea difícil ni un un minuto más de lo necesario.

Vivir en pareja requiere afrontar muchas situaciones cambiantes a través del tiempo. Y ser realista es estar dispuesto a adaptarse a todas, y no sólo rezar para que no ocurran algunas. Y adaptarse quiere decir tener recursos y estrategias para aplicar en cada momento. Sin embargo, lo cierto es que los matices son muchos, y la intensidad y rapidez varían, aunque en el fondo gira alrededor de las habilidades de comunicación y de solución de problemas, que debemos manejar con inventiva, perseverancia, deseos de vivir de la forma más agradable posible y siempre con buen humor.

SENTIRSE BIEN CON UNO MISMO

                  ¿Alguna vez se ha preguntado por qué una persona con sólo una capacidad media tiene éxito y es feliz en tanto que otra persona con una capacidad excepcional no lo tiene y es desgraciada?

Una gran parte de la respuesta puede hallarse examinando la diferencia en el nivel de autoestima y autoaceptación de cada  individuo.

Nuestro cerebro es un órgano que se cree todo lo que pensamos reiterativamente y eso que pensamos, lo vivimos con gran carga emocional o lo asociamos con situaciones vividas con gran carga emocional., es muy importante plantearnos el pensamiento como una herramienta útil para sentirnos bien, entonces definámonos a nosotros mismos bien, sin depender tanto de las opiniones de los demás, escuchándolas, preguntándoles por esa opinión para enriquecernos,  intentando entenderlos, pero siempre considerando esa opinión desde la utilidad, o sea, para que nos sirve a nosotros esa forma de pensar, que beneficio nos aporta, pensemos bien de nosotros mismos y nos sentiremos mejor y si nos preguntan, demos esa misma opinión, seamos valientes ante los demás cuando opinemos de nosotros, cuando vamos por la calle y alguien nos mira, pensemos, que les hemos gustado, no que  “¿ porque nos miran?, ya que esto nos puede inducir a confusión y a algún pensamiento negativo o no útil.

Cuando un ser humano madura y se convierte en adulto, desarrolla un conjunto de actitudes y creencias acerca de quién y qué es, y del lugar que ocupa en el mundo. Estas creencias y actitudes es lo que vulgarmente se llama autoevaluación y se sustenta en ese lenguaje interno que todos tenemos y al que debemos dar una utilidad, con humildad, para entender y corregir nuestros errores. La autoevaluación comprende creencias sobre los poderes y capacidades, las debilidades y defectos, y esos rasgos de personalidad que utiliza para distinguirse del resto de la humanidad e identificarse con ella, luego incluye todas sus esperanzas, aspiraciones, talante y acciones.

La autoestima es el valor que nos atribuimos y el respeto que sentimos sobre nosotros mismos.

Las personas con un alto nivel de autoestima se tratan con respeto, atienden sus necesidades de una manera positiva y defienden sus derechos. Porque se respetan a sí mismas, también respetan a las demás y tienen una mayor capacidad para el amor.

Las personas con baja autoestima no se valoran ni se respetan. Cualquiera de estas expresiones o una combinación de ellas pueden interferir en su capacidad para dar y recibir amor, llegando a generar ira y resentimiento.

La autoaceptación, es la segunda parte clave de la autoevaluación, es la capacidad para reconocer y admitir todas sus partes, las deseables y las indeseables. Esta aceptación objetiva nos permite sacar mayor partido de nuestros puntos fuertes y minimizar nuestras debilidades y así poder controlarlas mejor y cambiarlas, para evolucionar en positivo sobre la imagen creada de nosotros mismos, que es la que nos tiene que importar.

Tener un alto nivel de autoestima y autoaceptación no quiere decir que tenemos que dejar de trabajar en mejorarnos. Sin embargo, la motivación de las personas con autoestima y autoaceptación bajas en general es muy diferente de aquellas con un nivel alto. Esta motivación es de cada persona, ya que lo que a unos motiva y hace feliz, a otros no, por eso cada uno con su propio lenguaje a de automotivarse, repitiéndose lo bueno que tiene y el considera que es así. Ser feliz y sentirse bien cuesta lo mismo que ser infeliz y sentirse mal, luchemos pues por sentirnos  cada día mejor, ayudándonos de nuestro bien pensar individual.

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